Viví dos años en La Paz, capital de Bolivia, y allí logré algunos de mis pequeños récords de senderista aficionado. Solía caminar siempre entre los 3700 metros que marcaba el altímetro de mi casa y las colinas de la península de Copacabana, de alturas accesibles, que oscilaban entre los 3812 metros de la superficie del agua del lago Titicaca, engañosamente marino, y los 4000 o 4100 metros de sus redondas cimas. Leer el resto de esta entrada »