VAIVÉN DE LA MEMORIA
por Zugvogelblog
Cuando me fijo en rostros anónimos busco inconscientemente semejanzas con otros conocidos. En muchas ocasiones el parecido hace fluir recuerdos relacionados con aquél que, ausente, es evocado, y empiezo a trazar un vínculo entre ambos y conmigo mismo, aún a sabiendas de que se trata de una ficción que, solo para mí, pretende ser real. Lo mismo ocurre con lugares y objetos, con palabras e ideas, y con imágenes. Las relaciones así tendidas tejen una historia fugaz pero muy intensa, y esa semejanza, esa evocación, ese recuerdo del que no está pero que aparece por azar de un desconocido acaso sea la forma de relato más breve que conozca.
No requiere palabras o forma porque su fugacidad es tal que es tiempo sin espacio, algo así como narrar a la velocidad de la luz. La visión de la primera foto me trasladó inmediatamente a la segunda imagen, un paisaje de Arjip I. Kuindji. No es difícil intuir o apreciar lo que ambas comparten pero la historia que las une aquí no es visible y no la voy a poner en palabras.
Si en la primera foto se ve el lago de Sanabria, en León, bajo la lluvia, en la segunda fluye el caudaloso río Dnieper, envuelto en las brumas plateadas de la mañana. El tercer paisaje, también de Arjip Kuindji, es ya un posible desarrollo de la narración pero contemplado desde otro ángulo; el pintor muestra el río Dnieper en tinieblas aunque son la luna y su luz las que cobran el protagonismo.
En la cuarta imagen -un paisaje del pintor Isaac Levitán- las aguas de dos ríos que confluyen son contempladas desde la altura de una colina: la perspectiva es similar o parecida a la de las imágenes que reúno aquí, y es la de un pintor al aire libre. Se trata de un altozano, de una atalaya. Pero lo que Isaac Levitán muestra en el primer plano ha cambiado. Ya no veo ese cardo cuyas flores violeta se intuyen con secas y frágiles espinas ni los arbustos y hierbas del lago de Sanabria que parecían seguir rodeándole al principio en la segunda foto ya junto al Dnieper… el paisaje de Levitán no los recoge y siento que sería una prolongación de este relato demasiado alejada de la imagen original de José Manuel Navia. Abandono ahí esa pista. Levitán estaba obsesionado con la vida y la muerte, y tal vez por eso muestra en primer plano un cementerio junto a una casa propia de Edward Hopper avant la lettre. Hopper era solo veinte años más joven, pero vivió más de ochenta; Levitán, por el contrario, se suicidó a los cuarenta años.
Para acabar el relato prefiero llegar a las aguas azules y resplandecientes de Crimea, dónde Kuindji inserta de nuevo el enhiesto y azulado cardo bajo el sol del Mar Negro. Ese es, por hoy, el final del relato. La nostalgia -esa emoción que todo lo compara con el recuerdo del pasado y que transforma la sensación de vivir en un juguete de la memoria- es una narración y como tal estoy seguro de que comparte la intensidad y la emoción del recuerdo, ese relato instantáneo y primigenio que carece de texto y brota tantas veces, secreto, cuando uno camina y mira.
Qué bonito, J.J., me encanta cómo escribes. MW
¡Muy hermoso!
Me encanta. Misterio de la Naturaleza y de la melancolía vital . Gracias.