Storming Times Square
por Zugvogelblog
Storming Times Square es una obra de Daniel Canogar
Si uno se sienta en la escalinata roja de Times Square la publicidad le revelará enseguida su aspiración máxima: atraer a quien mira y, si es posible, entrar en su voluntad. Una marabunta de imágenes y textos corteja al espectador, determinada a penetrar el radio de su mirada para convencerlo, incluso seducirlo y, a la postre, aposentarse en su interior como un parásito o un trojan. Esta plaza neoyorquina -que no es cuadrada, square, y no se caracteriza por tener un gran reloj central que mida el tiempo- está habitada por anuncios luminosos que se mueven ante el espectador como si fueran a hablarle; se diría incluso que le susurran al oído: “mírame, mírame”. Pero a pesar de la planta irregular de la plaza, que se diría aleatoria, el orden de la publicidad sigue siendo en ella esclavo de ángulos rectos y texto: es un orden más rudimentario –pero solo un poco más- que el formato diario en el que constreñimos nuestra conciencia individual, es decir, que el formato folio o de pantalla rectangular provista de un teclado.
Si los anuncios no lograran encaramarse a la voluntad, al menos se arrellanarán en la memoria. Desde ahí podrían ser evocados en cualquier momento y retomar su influencia, su razón de ser. Ascienden mientras más alto mejor; dulces, decididos, melosos o agresivos, misteriosos o indómitos; quieren convivir íntimamente con el espectador: quieren ser el espectador; quieren confundirse con nosotros. Como vagos replicantes que son, pertenecen a la clase más exquisita de virus, la que acarrea la muerte más dulce -la muerte en vida- porque una vez logrado su objetivo -entrar en tí- no acaban con la vida biológica sino con otra vida menos evidente cuya percepción o pérdida pasa fácilmente desapercibida.
La vida de estas imágenes pende de muchos hilos pero sobre todo de esos escasos segundos durante los cuales los anuncios florecen, se exhiben y diseminan sus esporas en las conciencias de miles de seres. La ilusión de suplantarnos es su auténtica pasión, y lo intentan mediante un monólogo que, bajo la apariencia de un diálogo, penetra la voluntad del espectador y en no mucho tiempo incluso en su identidad.

Filmación del asalto a los muros de Times Square. Los voluntarios e invitados simulan ascender una altísima verja y superar la dificultad. Green screen installation 01. Foto cortesía de Clint Spaulding
Sin embargo, durante todas las noches de un mes, a las 23.57, las aguas de la publicidad han bajado en Times Square y han mostrado algo diferente. La cálida impermanencia de los anuncios (warm impermanence, dice una canción) ha sido literalmente asaltada por un propósito ajeno, inusitado, del que los anuncios son modernos parientes aunque muy lejanos, cuyo objetivo es que no nos movamos de allí y, a la vez, que salgamos de allí. Arte.
Así es la luminosa paradoja que Daniel Canogar ha desplegado con discreción – y a discreción-, en Times Square. Su arte no radica solo en una compleja y sofisticada ingeniería sino, también, en dos procesos largos y minuciosos: por un lado, el tortuoso itinerario de pactos y acuerdos comunitarios y municipales que, junto con Times Square Alliance, fue necesario culminar con los dueños de las pantallas, con los vecinos y con la ciudad de Nueva York, y, por otro lado, el proceso de creación de las imágenes que se ven a las 23.57, previamente filmadas, montadas y elaboradas. El resultado es que cuarenta y siete pantallas de Times Square muestran la obra a esa hora, y ésta brota como un manantial eléctrico que toma por asalto la plaza y su entorno de fantasmas, abriéndose paso entre los anuncios.
Se necesitaron muchas horas de filmación con voluntarios e invitados para reproducir a la luz del día, lúdicamente, el ímprobo esfuerzo que exige superar un muro o una fachada, una alambrada electrificada o, en definitiva, un obstáculo. Durante los primeros minutos de exhibición de la obra una multitud de seres humanos emerge de las sombras –la identidad de algunos es incluso reconocible. Después, gradualmente, mientras trepan por las pantallas, se van convirtiendo en formas de colores saturados que, como recortes de cartulina viviente –pienso en los cut-outs de Henri Matisse que el MOMA expone ahora en Nueva York- ascienden por las pantallas rectangulares hacia un lugar que a tenor del esfuerzo físico y de la denodada marcha en la que se empeñan solo puede ser la libertad. El origen de Storming Times Square se sitúa lejos de allí en la determinación de los africanos que trepan por una verja para saltarla y, arriesgando su vida, cumplir un sueño. Igual que las sombras e imágenes animadas de Times Square, quieren acercarse y hablarnos porque también desean ser como nosotros.
Interesante y diferente punto de vista sobre la ciudad de Nueva York analizada con la visión del viajero que escarba en la antropología urbana.