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Narrar el mundo y la imaginación / Narrate the world and the imagination

Categoría: Atlas biográfico-Artes-Teatro

THE HISTORY OF VIOLENCE, by Thomas Ostermeier

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     In the history of violence -that nobody has yet written with a sense of totality and global justice-, let us at least proceed step by step. On this occasion, Thomas Ostermeier has staged in Brooklyn the eponymous autobiographical novel by Edouard Louis, which basically concerns homosexuals: ethnically discriminated or not, immigrants and native, proletarians or dispossessed and nerds who signal themselves by feeling, and by reading too much for what it is expected from them. Persecuted, attacked, bullied, fallen ill, jailed or killed. Yes. But the first lesson? Violence is never a unilateral or a bilateral question; there are always more sides to it. And those other sides can be your own kin, homosexuals or not, your partner, your friends, your colleagues; or be within yourself, or be just a part of yourself or be simply right at the heart of your love. An excellent and talented rendition of Louis’ novel in German language by Ostermeier. Two hours that fly. A pleasure to see, despite the harrowing pain.

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DE PERSONAS, NOMBRES Y ROSAS (I)

Rosas de fuego

“…¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa

exhalaría un perfume igual de suave con cualquier otro nombre:

así Romeo, aunque no se llamara Romeo,

conservaría la grata perfección que posee

por sí mismo. Romeo, quítate el nombre;

y a cambio de ese nombre, que no es parte de ti,

tómame entera”.

*

What’s in a name? that which we call a rose
By any other name would smell as sweet;
So Romeo would, were he not Romeo call’d,
Retain that dear perfection which he owes
Without that title. Romeo, doff thy name,
And for that name which is no part of thee
Take all myself.
  

(Romeo and Juliet, William Shakespeare)

El río Adigio a su paso por Verona

Verona

Julieta se asoma al balcón de la casa familiar y en un alarde socrático se pregunta por aquello que sabe que no comprende: ¿qué hay en un nombre? ¿por qué no puede amar a Romeo? ¿porque se llama Romeo y es un Montesco? Pero si no se llamara Romeo, ¿no sería acaso el mismo hombre? El nombre del amado se ha convertido en enemigo de su amor. Pero, ¿cuál es el poder de un nombre? ¿qué es un nombre?

Tres rosas suaves

En la noche estrellada de Verona, Julieta expresa el deseo de que los nombres -¿acaso también el lenguaje, salvo la poesía?- desaparezcan, y que el vínculo nuevo que tiende su amor prime sobre todos los demás. Enamorada, para ella todo es posible. Al fin y al cabo, el amor es una fuerza capaz de intentar semejante transgresión, que el arte y la literatura celebran con normalidad desde hace siglos. A Tristán, en la ópera de R. Wagner, le ocurre lo mismo: en pleno éxtasis de amor, en el segundo acto, se olvida de su nombre y cuando Isolda lo llama y se lo recuerda, le responde: “Welcher Name?” (¿Qué nombre?).

La rosaleda de El Retiro

La rosaleda del parque de El Retiro, Madrid

El olvido del nombre propio y de lo que a él va sujeto es símbolo y característica de un amor así, que aspira a la entrega total, a una fusión completa. Extremadamente joven aún -Vladimir Nábokov la habría llamado Lolita- Julieta se siente embargada por el amor y, al mismo tiempo, abrumada, porque ha descubierto que los nombres se interponen como espectros en su camino; no quiere nombres, y el ejemplo que toma para discutir esta peculiaridad humana –la de hablar y designar el mundo mediante signos y nombres que lo representan- es el de una flor, la rosa.

Dos rosas en el verde

La más cantada y recreada, la más hermosa por todas sus cualidades, la que más variedades, colores y perfumes posee. La que, como pocas palabras, encierra un universo y cuenta con una mitología propia. ¿Qué hay en rosa? Un orden seductor, embriagador; colores y perfumes creados a lo largo de siglos, orientes de damasco, perlas y tafetán, aguas y bálsamos medicinales, desiertos y jardines, y, además, historias de amor entreveradas de pétalos y espinas… La rosa representa la intensidad del amor y, también, su destino: es única en nuestra mano y, a la vez, cabe en rosa junto a todas las demás. Shakespeare lo sabe y Julieta está a punto de descubrirlo. Estamos en el teatro.

S W E A T

 

El sudor de la frente

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La bóveda estrellada del teatro Studio 54 donde se representa Sweat, de Lynn Nottage !Qué fácil es enredarse en el odio y la discriminación cuando las cosas no van como uno quiere!

     Hay quien dice lo contrario pero no he visto una ciudad que ponga más rápidamente  que esta sobre el escenario sus desdichas. En esto, y en tantas otras cosas, Nueva York es única. La pérdida del puesto de trabajo o la inseguridad disparan una búsqueda de chivos expiatorios que casi siempre se orienta hacia el color de la piel, el acento de la voz, la identidad sexual o el origen …Y cuando nada de esto da más de sí aparece, descarnado, el hueso roído que muchos llevan siempre en sus fauces desde la Revolución Francesa: la propiedad. Podría llamarse «patrimonialismo patriarcal»: «esta tierra es nuestra» (la difícil legitimidad de los nacionalismos cuando se hacen excluyentes) o «¿quien llegó aquí antes?» pregunta cuya respuesta requiere conocimientos de geografía e historia sencillos pero muy limitados en estas latitudes: ¿indios, chicanos, mejicanos, españoles, holandeses, británicos, franceses? Marica el último: los últimos -no siempre por orden si hay dinero por medio- son los culpables. Otra variante del hueso caninamente mordido  es «¿quién hizo que esto funcionara con el sudor de su frente?», y entonces los descendientes de alemanes, (sobre todo en Pensilvania, dónde tantos sudaron en la industria del carbón y del acero, y han votado al actual Presidente), se atribuyen la gran tajada de sacra legitimidad. Cada cual hace valer el sudor que le ha costado lo que tiene y le cuesta reconocer que el sudor de los otros contribuye también a la res pública.

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Saludo de actrices y actores, bajo la dirección de Kate Whoriskey

El sudor es un tema omnipresente en NY pero actúa como un sub-texto, algo de lo que no se habla y que no se debe notar aunque siempre esté en el ambiente. A menos que con él se justifiquen supremacías excluyentes e ilegales.

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La violencia aumenta y los interrogatorios en las cárceles son una gran inspiración para la literatura, el teatro y el cine

En el metro de Nueva York, que es el más fidedigno espejo de las Naciones Unidas que hay en el mundo, aunque limitado al micro-lenguaje corporal del pasajero individual, siempre se pasa frío: en invierno en el andén y en verano dentro de los vagones. El esfuerzo por mantener una temperatura adecuada para que la piel no sude es una obsesión tal que llevo siempre un gorro en el bolsillo, e incluso un  jersey y una bufanda, especialmente cuando aprieta el calor. Ocurre a menudo aquí: se pasa frío en verano, y en el teatro más aún. Sentado en la primera fila del mezzanine del Studio 54, en el centro del estupendo palco del primer piso, el potente chorro de aire frío que descendía de las alturas, no se si del techo o directamente del Polo, me dejó helado antes de que empezara la obra. La vi con gorro y bufanda. No sude ni una gota.

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Todas las culturas tienen raseros para sobrevivir; son límites que por carácter, por genes o por tradición parecen indiscutibles y se consideran «normales», «como hay que ser» o «lo que tiene que ser», y este es uno: no se puede notar que sudamos; y se ponen todos los medios, públicos y privados, para alcanzar brutalmente este objetivo igualitario que no distingue razas, lenguas ni religiones, ni tampoco el orden en el que se ha llegado a los Estados Unidos de América. Tal vez sea mejor así y que nadie pueda hacer valer cuál es el sudor que le ha corrido por la frente. IMG_6758

 

El lago de cisnes de Dada Masilo

image1-1Al principio puede parecer la gracia de una coreógrafa que imita lo que otros se inventaron con gran éxito. En este caso, nada más ni nada menos que el ballet El Lago de los Cisnes, con música de Piotr Tchaikovsky y coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, estrenado ya hace más de un siglo. En la era digital de internet priman tiempos cortos e inspiraciones fugaces; todo suele ser mucho más breve de lo ya hecho por otros -entre otras razones, y acaso la más importante, por la posibilidad real que disfrutamos de poder ver casi todo lo que hacen o han hecho los demás, y en la pantalla de un ordenador. Proliferan la imitación, la fragmentación y cita des-contextualizada (a menudo en el límite de la apropiación), la reducción y el resumen de lo ya hecho anteriormente por otros para fabricar a partir de ahí la nueva obra o trabajo. Predomina lo que el lenguaje callejero tilda de «refrito». A esa razón atribuyo mi desconfianza primera.image2-2No  voy  a prodigarme en una crítica honda y concienzuda porque posiblemente no haya para tanto esta vez. Además, ya he escrito sobre este ballet y sobre cómo, en mi opinión, lo que ocurre es que los cisnes no atinan a salir del armario (una lectura como muchas otras). No me cabe duda de que, insertado en la cultura rusa por un par de hermanos homosexuales, el lago de los cisnes o, mejor dicho, los cisnes del lago, guardan un simbolismo potencialmente tan  poderoso como una bomba atómica. Muy especialmente en la Rusia de hoy. El análisis  o  desciframiento de ese simbolismo es un trabajo proceloso y lento, y en ello estoy desde  hace  años,  desgranando poco a poco lo que pienso cada vez que veo una versión  nueva  de  este  lago  del  que  los  cisnes  no   pueden  salir.  Me pregunto  desde hace décadas qué tendrá este lago.image2-1Y ésta versión, firmada por Dada Masilo -quién es, a la vez, coreógrafa y bailarina de su propia obra-, me llamó la atención. Nacida en Soweto, de raza negra, y defensora de los derechos de los homosexuales -muy especialmente en África- su versión seguramente revelaría algo nuevo. Efectivamente, muchos elementos en su danza son inesperados y poseen mucha fuerza. Especialmente el humor, omnipresente también en el escenario, y que fluye en gran parte a costa del ballet clásico: tal vez demasiado fácil pero bien dosificado. La representación dura exactamente una hora y 5 minutos, es compacta y no deja indemne pues trae tanto el ulular como los tambores de África al helado mundo del ballet clásico que, por circunstancias históricas y culturales, se forja de la mano de varios franceses en San Petersburgo, maestros que trabajaron para el  ballet imperial  de los últimos zares durante el siglo XIX.IMG_2145

Lo primero que es necesario reconocer es que la represión -no se si el SIDA- es, pese a lo que pueda pensarse, mucho mayor en África que en Rusia, de ahí la posible lectura en clave «gay» de este ballet (otra más). El juego con el cisne «negro» siempre es evidente aunque tampoco aquí es el eje central (al fin y al cabo, Odile era un cisne negro solo desde los años 40, cuando un director lo decidió así y entonces Dior y otros modistos convirtieron el negro en un color elegante y apropiado para la noche). Solo que aquí Odile es un hombre vestido de Odile, es decir, de negro, y negro.IMG_2147Lo esencial, en mi opinión, de este ballet, y de prácticamente la mayoría -si no de la totalidad- de las versiones que he visto, es que las víctimas de la opresión y los protagonistas de la represión y la injusticia lejos de ser minorías son mayorías más o menos silenciosas. Pese a lo que pueda pensarse respecto a la trama del Lago, por un lado, y, por otro, respecto a la forma en que los medios reflejan el maltrato a las minorías como un problema prioritario y casi único (homosexuales, judías u otras minorías religiosas, o de una una raza respecto a otra), la víctima es una mayoría; una mayoría que está encerrada en ese lago bajo el poder no ya de una minoría sino de un conjunto muy reducido de individuos. Y eso tan sencillo -que parece que hemos dejado de ver o que no queremos ver-, Dada Masilo lo representa con una gracia y una originalidad sensacionales.image1-2