S W E A T
por Zugvogelblog
El sudor de la frente

La bóveda estrellada del teatro Studio 54 donde se representa Sweat, de Lynn Nottage !Qué fácil es enredarse en el odio y la discriminación cuando las cosas no van como uno quiere!
Hay quien dice lo contrario pero no he visto una ciudad que ponga más rápidamente que esta sobre el escenario sus desdichas. En esto, y en tantas otras cosas, Nueva York es única. La pérdida del puesto de trabajo o la inseguridad disparan una búsqueda de chivos expiatorios que casi siempre se orienta hacia el color de la piel, el acento de la voz, la identidad sexual o el origen …Y cuando nada de esto da más de sí aparece, descarnado, el hueso roído que muchos llevan siempre en sus fauces desde la Revolución Francesa: la propiedad. Podría llamarse «patrimonialismo patriarcal»: «esta tierra es nuestra» (la difícil legitimidad de los nacionalismos cuando se hacen excluyentes) o «¿quien llegó aquí antes?» pregunta cuya respuesta requiere conocimientos de geografía e historia sencillos pero muy limitados en estas latitudes: ¿indios, chicanos, mejicanos, españoles, holandeses, británicos, franceses? Marica el último: los últimos -no siempre por orden si hay dinero por medio- son los culpables. Otra variante del hueso caninamente mordido es «¿quién hizo que esto funcionara con el sudor de su frente?», y entonces los descendientes de alemanes, (sobre todo en Pensilvania, dónde tantos sudaron en la industria del carbón y del acero, y han votado al actual Presidente), se atribuyen la gran tajada de sacra legitimidad. Cada cual hace valer el sudor que le ha costado lo que tiene y le cuesta reconocer que el sudor de los otros contribuye también a la res pública.

Saludo de actrices y actores, bajo la dirección de Kate Whoriskey
El sudor es un tema omnipresente en NY pero actúa como un sub-texto, algo de lo que no se habla y que no se debe notar aunque siempre esté en el ambiente. A menos que con él se justifiquen supremacías excluyentes e ilegales.

La violencia aumenta y los interrogatorios en las cárceles son una gran inspiración para la literatura, el teatro y el cine
En el metro de Nueva York, que es el más fidedigno espejo de las Naciones Unidas que hay en el mundo, aunque limitado al micro-lenguaje corporal del pasajero individual, siempre se pasa frío: en invierno en el andén y en verano dentro de los vagones. El esfuerzo por mantener una temperatura adecuada para que la piel no sude es una obsesión tal que llevo siempre un gorro en el bolsillo, e incluso un jersey y una bufanda, especialmente cuando aprieta el calor. Ocurre a menudo aquí: se pasa frío en verano, y en el teatro más aún. Sentado en la primera fila del mezzanine del Studio 54, en el centro del estupendo palco del primer piso, el potente chorro de aire frío que descendía de las alturas, no se si del techo o directamente del Polo, me dejó helado antes de que empezara la obra. La vi con gorro y bufanda. No sude ni una gota.
Todas las culturas tienen raseros para sobrevivir; son límites que por carácter, por genes o por tradición parecen indiscutibles y se consideran «normales», «como hay que ser» o «lo que tiene que ser», y este es uno: no se puede notar que sudamos; y se ponen todos los medios, públicos y privados, para alcanzar brutalmente este objetivo igualitario que no distingue razas, lenguas ni religiones, ni tampoco el orden en el que se ha llegado a los Estados Unidos de América. Tal vez sea mejor así y que nadie pueda hacer valer cuál es el sudor que le ha corrido por la frente.
En Caracas, donde viví toda mi infancia (1948….) y hace calor calor, el sudor era algo denigrante y que angustiaba a mucha gente que se sentía obligada a justificarlo y disculparse. En realidad se despreciaba al que sudaba. Como si fuese una falta de cortesía y educación hacia los demás. ¿Está el sudor relacionado con el *innoble* trabajo físico, quizá? Lo observé pero no lo viví porque yo no sudo ni en la sauna. También allí la potencia de frigorías marca el poder, la riqueza y prestigio de una persona. Los despachos están literalmente congelados.
Interesante reflexión con la que no puedo estar más de acuerdo. Evita el metro…