En Bolivia con Borge Ousland
por Zugvogelblog
Durante una conversación que mantuve con este singular explorador polar, escritor y fotógrafo, que ha recorrido a pié y en solitario, el Ártico y la Antártida, le pregunté si había estado en los Andes. Borge Ousland inició entonces una austera y precisa evocación de lugares que ambos conocíamos bien.El explorador polar Borge Ousland recoge el Premio Internacional 2013 concedido por la Sociedad Geográfica Española. (Foto cortesía de Darío Rodríguez, Desnivel)
Escuchaba atento a Borge, y mi memoria recorría, con cada una de sus palabras, dos itinerarios a la vez: el primero y más importante, el que él describía y que yo reconstruía “virtualmente” con mi información de los lugares, y, el segundo, apasionante también, más parecido al que debieron recorrer los inventores del GPS o el creador de Google Earth antes de dar rienda suelta a la tecnología que ha hecho posibles esos instrumentos. Este último itinerario es crucial para saber cómo es la experiencia de transmitir lo que vemos y, especialmente, para disciplinas como la geografía, para los exploradores y, en general, para la vivencia del territorio. A cada palabra de Borge Ousland yo recreaba, con toda la exactitud de la que era capaz, los ambientes, la luz y el paisaje, hasta determinados olores y sonidos, siempre de acuerdo con la información que había acumulado durante mis años en el Altiplano.
Borge mencionaba un pico, el nombre de un lugar, y se me aparecían las llamas pastando en aquella ladera del Huayna Potosí que da al Altiplano, frente al Titicaca; después, íbamos a la ladera opuesta, que da a los glaciares, a las antiguas minas y a caminos protegidos con pircas y valles escarpados. Tras un breve descenso llegamos a los suaves remansos de los Yungas, a dos mil y mil quinientos metros de altura, donde los guacamayos de vistosos colores revoloteaban entre grandes hojas de bananos y las mariposas se posaban al borde de afilados y terrosos barrancos…Nuestras respectivas experiencias de anteriores viajes vibraban en sintonía y, en la conversación, el explorador las evocaba con palabras cuya aspiración era reconstruir en mi mente su mirada de la manera más certera posible. Naturalmente, pensé, el siguiente paso de la ingeniería sería prescindir de la palabra… Enseguida Borge «llegó» a un lugar en el que se detuvo porque le había causado gran impresión: in Bolivia there is always this nostalgia of the seas, even the Titicaca Lake is like a sea… y esta nostalgia del mar -continuaba diciéndome- le había llenado de emoción cuando, por azar, se encontró en un cementerio de marineros situado no lejos de “dónde estábamos”, en un pliegue de la ladera oeste del Huayna Potosí. Las tumbas del humilde cementerio lacustre, me decía Borge, tenían forma de barco: unas con tubos de hierro a guisa de mástiles que parecían ahora periscopios oxidados, y otras con cañones. Reconocí el melancólico lugar al instante: habíamos llegado a un destino y ahí nos detuvimos. Cuando al día siguiente le enseñé una foto del lugar exacto que habíamos visitado, me dijo con satisfacción: yes, I have that picture too! En el cementerio con tumbas en forma de barco
Atrapar la experiencia personal de la realidad para reproducirla es algo muy antiguo en la historia de la humanidad. Hoy en día es, también, el objetivo de industrias tal vez demasiado poderosas. Este logro es muy útil porque la «tradición» de esta experiencia es la base de la educación, si no de nuestra existencia. Pero esta “captura” de la experiencia personal de la realidad, tan útil para poder transmitirla, no debería impedir o sustituir el acto de vivir y construir la realidad uno mismo, que nos procure un criterio suficiente para rechazar o dar el crédito justo a los modelos de “realidad” fundados en la experiencia ajena. Pienso ahora que la espontaneidad y el azar aún se libran de píxeles o de bits y que, si tuviera que definir en pocas palabras qué es un explorador, diría que es aquella persona que bajo ningún concepto aceptará una experiencia del planeta que no sea la suya, aunque pueda servirse de otras realidades virtuales para sus fines, y llegue incluso a poner en peligro la vida en su afán de cumplirlos.
Los Andes guardan entre sus inmensas montañas encrucijadas vitales, íntimas, que alientan la exploración y el asombro.