ANARKALI

por Zugvogelblog

Eid ul-Fíter

Kim, de Rudyard Kipling- Iftar cum dinner – Anarkali – Shalimar – Mohsin Hamid y la asquerosa pobreza de Asia – Silicon Valley y la asquerosa riqueza high tech – La mezquita de Badakshi

Siempre me han atraído las contradicciones de Joseph Rudyard Kipling y cómo la literatura emana de ellas. Kim, el protagonista de su novela homónima, es el mejor ejemplo de la propia vida de Kipling, atrapada su infancia entre una sensibilidad intensa y vital y la rigidez de un mundo sin más emoción que la corona.

Interior de la gran mezquita de Badakshi, Lahore, Pakistán

Interior de la gran mezquita de Badakshi, Lahore, Pakistán

Además de familiarizarme con la tensa y a veces brillante prosa de Kipling -tan adorada por José Luis Borges- Kim instiló en mí suficiente curiosidad para hacerme visitar el Punjab y cruzar a pié la frontera que lo divide entre Pakistán e India, la llamada wagah border.  El viaje empezó en Lahore, cerca del cañón sobre el cual juega Kim al comienzo de la novela de Rudyard Kipling, que todavía se halla en una estrecha isleta del Mall, junto al Museo o “casa de las maravillas”.

El cañón británico de la plaza del Museo de Lahore

El cañón británico en su isleta ante el Museo de Lahore

En ese lugar es dónde Kim inicia su periplo por la gran “avenida india” de la mano de un lama llegado de los Himalayas y del responsable del espionaje británico en la zona, un etnógrafo, entre maestro y policía. Gran osadía tuvo Kipling colocando dos demiurgos tan dispares a la misma altura: la indefinida búsqueda de la conciencia, por un lado, y la inteligencia secreta del imperio, por otro. El meollo de sus contradicciones íntimas y una visión imperial de la India que luego no prosperó, convertidos en trasunto literario cuando Britania gobernaba medio mundo.

Museo de Lahore. John Lockwood Kipling fue conservador de su exposición permanente.

Museo de Lahore John Lockwood Kipling, padre del escritor, fue conservador de la exposición permanente.

Llegué a Lahore un mes de agosto, días antes del Eid Ul-Fíter, la fiesta que pone fin al Ramadán. Por las tardes, un puntual tintín de cristalería, vajillas y cubiertos ascendía por las escaleras del hotel y el vecindario se agitaba levemente ante la inminencia de la cena, que se servía, con exactitud, tras la puesta de sol para «romper el ayuno», es decir, para el «des-ayuno» o iftar.

Anarkali

Anarkali era una mujer, con leyenda de amante de príncipes

Después del iftar, caída ya la noche, la ciudad se entrega a las compras. Dejé de lado el shopping mall de Gulberg (en urdu, pétalo) y el Liberty Market, dónde compran quienes ganan en dólares, y me dirigí a la antigua medina, muy cerca del Museo y del cañón mudo, hacia un mercado que abre sus puertas desde hace cuatrocientos años, cuando gobernaba el emperador mogol Jahangir: Anarkali, el histórico bazar de Lahore.

Anárkali, el gran bazar de Lahore

Anarkali, el gran bazar de Lahore, durante el Ramadán (foto de un medio local)

Anarkali hervía de gente y todas las tiendas estaban abiertas; vendedores y compradores se llamaban o saludaban, sonreían o miraban sin dejar de conversar mientras escudriñaban con frenesí los escaparates o comprobaban el género en medio de una interminable algazara, entre motos, bicicletas y coches que sorteaban ágilmente a los viandantes y viceversa.

En las proximidades de Anarkali

En las proximidades de Anarkali

Anarkali representa exactamente la imagen del mercado como lugar de reunión, de transacción e intercambio, de información y de encuentro. Flotaba en él una cordialidad grata y contagiosa que el bazar alumbra especialmente durante la algarabía nocturna de los últimos días del Ramadán.

Anarkali

Anarkali

Es un bazar tan alegre y armónico que su visión hace olvidar por un momento los numerosos puestos de metralletas apostados por la ciudad así como la suspensión de la negativa imagen que el escaso visitante trae, preconcebida, de este país. Al salir de sus calles, muy cerca de allí, voy a la plaza del Museo y veo el cañón mudo; más que un recuerdo de violencia se me antoja un presagio.

Los jardines de Shalimar, en Lahore

Los jardines de Shalimar, en Lahore, un remanso de paz equiparable a las mezquitas o las tumbas de los emperadores

En vez de silbidos de obuses, en Pakistán se escuchan zumbidos sordos de drones, como si el potencial autor de la agresión no quisiera dejar rastro y persiguiera la impunidad difuminando en un rumor indistinto la explosión: sonidos sordos e inexpresivos de armas mortíferas que representan el polo opuesto al bullicio vital de Anarkali.

La tumba del emperador mogol Jahangir, en Lahore

La tumba del emperador mogol Jahangir, en Lahore

En su novela How to Get Filthy Rich in Rising Asia, “Cómo hacerse asquerosamente rico en Asia emergente”, Mohsin Hamid, nativo de Lahore, describe aún otro zumbido monótono y oscuro: el rumor de la pobreza. En realidad es un escándalo más que un rumor, porque la pobreza es un vaso comunicante de la riqueza, de tal manera que, al menos en Asia, cuando alguien se hace “asquerosamente rico” suele ser gracias a la “asquerosa» pobreza que le rodea; por un lado, una pobreza visible, que suele abrumar a los visitantes escrupulosos y, por otro lado, una pobreza invisible, que atañe a la comunidad y sus miembros.

Interior de la mezquita de Maryam Zamani, Begum Shahi, madre de Jahangir y esposa del emperador Akbar

Interior de la mezquita de Maryam Zamani, Begum Shahi, Lahore

Moshin insiste especialmente en una sofisticada variante de la pobreza cuyo rumor sordo nos acompaña desde 2008: la de los fraudes financieros y la pésima gobernanza global en este ámbito, dónde, cada vez más, salen a la luz los vínculos que existen entre pobreza y riqueza «asquerosas».

Tienda de turbantes en Anarkali

Tienda de turbantes en Anarkali

Sobre ese rumor que la novela de irónica auto-ayuda describe, se acomoda, sordo y permanente en el cielo de este país, el de los drones -literalmente, zumbidos-, pero también  aeronaves no tripuladas que llegan desde California, más concretamente desde Silicon Valley, dónde la tecnología desarrollada primero para uso militar y luego para uso civil, como internet, es el légamo de  empresas privadas florecientes que han generado una colosal (¿filthy?) riqueza high tech. La impunidad de los ataques de drones guarda semejanza con la impunidad de una gran parte del funcionamiento del sistema de los mercados financieros, y, también, del funcionamiento de la web, dónde aumentan el crimen colectivo y la ciber-delincuencia.

La mezquita de Badakshi bajo el sol de mediodía

La mezquita de Badakshi bajo el sol de mediodía

En la calurosa noche de Lahore, mientras el alboroto de Anarkali se apaga, se escucha un rezo que se eleva desde el patio de la mezquita de Badakshi. A la manera cristiana, ortodoxa o incluso tibetana, la antífona también es un recurso aquí para sustentar y marcar periódicamente versículos o salmos. La ciudad entera parece entonces elevarse sobre una alfombra voladora sin rastro de violencia o miedo. Pero a Kim y al lama les sería imposible viajar hoy por la gran «avenida india» y cruzar la wagah border: ese viaje solo lo hacen aparatos de tecnología silenciosa e invisible, que llegan con facilidad hasta dónde los habitantes de esta tierra no pueden.

Eid ul-Fíter. La mezquita Badakshi en la noche de Lahore

Últimos días del Ramadán. La mezquita Badakshi en la noche de Lahore

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